domingo, 2 de enero de 2011

No menosprecies a las personas- Mariano Osorio

Era el inicio del año escolar, dentro del salón, se encontraba la maestra al frente de sus alumnos de 5° grado. En la fila de adelante, hundido en su asiento se encontraba un niño de nombre Pedro, a quien la maestra conocía desde el año anterior. Sabía que no jugaba bien con los otros niños, que su ropa estaba desaliñada y que frecuentemente necesitaba un baño. Con el paso del tiempo, la relación entre ellos se volvió incómoda, al grado que ella sentía gusto por marcar sus tareas con grandes taches, en color rojo.
Un día, al revisar los expedientes de sus alumnos, se llevó una gran sorpresa al descubrir los comentarios de los profesores anteriores de Pedro.” Es un niño brillante con una sonrisa espontánea, hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales es un deleite tenerlo cerca” “Pedro es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas, su madre tiene una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha”, otro maestro escribió: “La muerte de su madre debe ser dura para él tratan de hacer su máximo esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés.” Y por último: “Pedro es descuidado, no tiene amigos y en ocasiones se duerme en clase”.
La maestra se dio cuenta del problema y se sintió apenada, más aún al llegar Navidad, todos los alumnos le llevaron regalos envueltos en papeles brillantes y hermosos listones, excepto el de Pedro, que estaba torpemente envuelto en una bolsa del súper, algunos niños rieron, la maestra encontró un viejo brazalete de piedras y la cuarta parte de un frasco de perfume. Minimizando la risa de los niños al exclamar:-¡Qué brazalete tan bonito Pedro!, poniéndoselo y rociando un poco de perfume en la muñeca. Pedro se acercó y le dijo:-Maestra, hoy usted huele como a mi mamá. Ella lo abrazó y lloró. A medida que trabajaban juntos, la maestra percibió que a Pedro, mientras más lo motivaba, mejor respondía.
A final del año era uno de los niños más listos de la clase, volviéndose se su consentido. Ambos se adoraban, un año después encontró una nota de Pedro que decía: “Usted es la mejor maestra que he tenido en toda mi vida. Cuatro años después encontró otra carta que decía que pronto se graduaría de la Universidad con los máximos honores y le aseguré que era la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Pasaron otro cuatro años y llegó otra carta, ésta vez le explicó que después de haber recibido su título universitario, el decidió  estudiar más y que ella era la mejor, sólo que su nombre era más largo  y la carta estaba firmada por el cardiólogo Pedro Alonso. El tiempo siguió su marcha y en una carta posterior Pedro le decía que había conocido a una chica y que se iba a casar. Explicó que su padre había muerto hacía dos años y él preguntaba si ella accedería   a sentarse en el lugar que normalmente está reservado para la mamá del novio. Por supuesto, la maestra aceptó.
El día de la boda, lució aquel brazalete con  varias piedras faltantes y se aseguró de usar el mismo perfume, con el que pedro recordaba el calor de su mamá. Se abrazaron y el susurró al oído de su maestra preferida: “Gracias, gracias por creer en mí, muchas gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo, podía hacer la diferencia. Gracias maestra.” 

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